El pasado jueves, Bahía Blanca, una ciudad ubicada al sur de la provincia de Buenos Aires, sufrió el embate de un temporal que dejó un saldo devastador: barrios anegados, viviendas arrasadas, y una comunidad entera intentando recuperarse de la tragedia.
El fenómeno meteorológico afectó a miles de personas, la situación es alarmante y las autoridades locales, provinciales y nacionales se han visto obligadas a actuar rápidamente para paliar los efectos del desastre, aunque, según algunos testimonios, las respuestas no siempre han sido suficientes.
Gran parte de las zonas afectadas por la inundación ya están comenzando a drenar, pero aún quedan puntos críticos, donde varios hogares siguen siendo invadidos por el agua. Los vientos colaboraron en el drenaje de agua, pero las huellas del desastre siguen presentes. A pesar de los esfuerzos, los barrios afectados por el barro continúan luchando por recuperar sus viviendas y negocios, que fueron duramente golpeados por la tormenta.
Lo más dramático de la situación es la cantidad de pertenencias destruidas por el agua. Muebles, colchones y recuerdos familiares han quedado irremediablemente dañados. Las imágenes de calles llenas de escombros, objetos y basura son desoladoras. Los vecinos están trabajando arduamente en la limpieza de sus hogares, pero enfrentan grandes dificultades debido a la contaminación de los objetos arrastrados por la inundación. Además, los montículos de basura generados por la limpieza se están convirtiendo en otro problema para la ciudad, ya que requieren ser recolectados y gestionados de manera urgente.
El impacto del temporal también ha sido grave en la infraestructura de la ciudad. En algunas calles de Bahía Blanca, los socavones se han formado debido a la fuerza del agua, dejando auténticos precipicios en las vías públicas. A la par de este desastre, se encuentran caños de gas y agua rotos, algunos colgando peligrosamente a través de las calles. La ciudad enfrenta no solo los daños visibles, sino también la incertidumbre de cómo reconstruir toda la infraestructura perdida.

En términos educativos, la situación no es mucho mejor. Según el relevamiento realizado por las autoridades, de los 220 establecimientos educativos de la ciudad, cerca de 45 sufrieron daños graves. Solo un pequeño porcentaje de las escuelas se encuentra en condiciones de retomar las clases en los próximos días. La Universidad Nacional del Sur también ha sufrido la interrupción de su actividad debido a daños en su infraestructura tecnológica, lo que ha obligado a posponer el inicio de las clases hasta finales de marzo.
Los servicios básicos también se han visto severamente afectados. En muchos sectores de la ciudad, el suministro de agua potable ha sido interrumpido, y aquellos que cuentan con agua, la reciben en baja presión. En cuanto a la electricidad, algunos sectores aún no cuentan con energía, principalmente por los daños sufridos en los cables subterráneos, que todavía están siendo reparados.
Ante esta situación, las instituciones públicas y privadas de Bahía Blanca están trabajando de manera conjunta para intentar aliviar las necesidades más urgentes de la población. A nivel de salud, el hospital municipal, que es de referencia para toda la región, ha sufrido graves daños. No obstante, ha logrado habilitar algunas unidades sanitarias provisionales para atender a los pacientes más afectados. El acceso a medicamentos y atención médica sigue siendo limitado en muchos puntos de la ciudad.
El comercio también se ha visto afectado, ya que muchos supermercados y negocios han quedado cerrados debido a la inundación, lo que ha generado dificultades para acceder a alimentos y productos básicos. Las cooperativas de abastecimiento están intentando abrir algunas sucursales, pero la escasez de productos sigue siendo un problema.

Uno de los mayores desafíos a largo plazo será la reconstrucción de la ciudad y sus infraestructuras. Las obras necesarias para evitar futuras inundaciones y mejorar la distribución del agua en Bahía Blanca han sido, en su mayoría, postergadas por años. A pesar de los informes de especialistas que alertaban sobre la vulnerabilidad de la región, las inversiones no se realizaron a tiempo. De hecho, algunas de las obras hidráulicas que podrían haber prevenido esta tragedia fueron abandonadas o jamás comenzaron. El canal Maldonado, una de las principales obras de drenaje, que data de la década de 1940, se ha visto severamente afectado por la fuerza del agua, lo que hace más difícil la recuperación.
Por su parte, el Estado, tanto a nivel local como nacional, ha comenzado a coordinar esfuerzos de asistencia. Sin embargo, las ayudas hasta el momento parecen ser insuficientes en relación con la magnitud de los daños. El gobierno nacional ha anunciado un fondo de 10 millones de pesos, aunque muchos expertos y funcionarios locales calculan que la cifra real de los daños podría superar los 400 millones de pesos. El estado de emergencia sigue vigente, y la solidaridad de los ciudadanos está siendo clave para sobrellevar la crisis.
Este desastre no solo ha afectado a Bahía Blanca, sino que también ha puesto en evidencia la necesidad urgente de políticas públicas que prioricen la planificación urbana, la infraestructura hidráulica y la gestión del riesgo de desastres naturales. La reconstrucción de la ciudad y la mejora de la calidad de vida de sus habitantes dependerá, en gran medida, de cómo el Estado y la sociedad se unan para afrontar este desafío.
Escucha la nota completa a Mauro Llaneza, corresponsal de radio comunitaria “De la Calle” en Bahía Blanca, brindó detalles sobre la situación.