Preocupación desde la Asociación Argentina de Extensión Rural

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Frente al desmantelamiento de políticas públicas que acompañan a pequeños productores, extensionistas rurales de todo el país se reunieron en jornadas nacionales para debatir el presente y futuro del sector.

El presente de la extensión rural pública en Argentina es incierto. Para eso, entrevistamos a Guillermo Ander Egg, presidente de la Asociación Argentina de Extensión Rural (AADER), mendocino y con décadas de experiencia en el trabajo territorial.

La AADER, que desde hace 40 años nuclea a extensionistas de todo el país, realizó recientemente una jornada nacional para debatir colectivamente el estado de situación del sector, con una pregunta provocadora como eje: ¿es posible un país sin extensión rural pública?

La respuesta, según Guillermo y los cientos de participantes de las jornadas, es clara: NO.

¿Qué es la extensión rural?

La extensión rural implica el trabajo directo en territorio con productores y comunidades campesinas. A través de agencias de extensión, técnicos y técnicas acompañan procesos productivos, brindan asesoramiento técnico, facilitan el acceso a herramientas del Estado y promueven la organización colectiva. En provincias como Mendoza, muchos conocen más estas agencias que los grandes centros experimentales del INTA.

Pero esta red territorial se encuentra hoy en un punto crítico. Ander Egg recordó que el cierre del Instituto Nacional de Agricultura Familiar, Campesina e Indígena en 2023 dejó sin trabajo a más de 900 técnicos. A esto se suma la eliminación del programa Cambio Rural, con más de tres décadas de trayectoria, y el anuncio de cierres de agencias de INTA y venta de tierras públicas.

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Consecuencias: abandono, expulsión y concentración

“Lo que se está desmantelando no es solo un servicio técnico, es el derecho de miles de productores a una herramienta pública de acompañamiento”, explica Guillermo. La gran mayoría de los productores en Argentina —más del 65%— son pequeños y medianos, y no pueden costear servicios privados. “Sin extensión rural pública, crece la exclusión, la vulnerabilidad y la concentración de tierras y recursos”, advierte.

Este escenario no solo afecta a productores individuales, sino también a cooperativas, asociaciones y movimientos sociales que construyen alternativas a la lógica del agronegocio.

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¿Qué hacer? Entre resistencias y propuesta

Frente a este panorama, AADER promueve una doble estrategia: resistir y proponer. Por un lado, sostener las microexperiencias locales que sobreviven gracias al esfuerzo de organizaciones y comunidades. “Todavía hay mucho tejido social activo, aunque esté invisibilizado. Hay que cuidarlo”, señala Guillermo.

Por otro lado, es necesario pensar en el futuro: “Este modelo no puede durar para siempre. Debemos prepararnos para cuando cambien los vientos políticos y sea posible reconstruir”. Para eso, desde AADER llaman a repensar los modelos de extensión del siglo XXI, incorporando aprendizajes del pasado y nuevas herramientas.

Entre los debates clave aparecen la soberanía alimentaria, la agroecología, los derechos de género y juventud en el campo y, cada vez con más fuerza, el impacto de la digitalización.

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La digitalización: ¿una oportunidad o una trampa?

Uno de los ejes más debatidos en las jornadas fue la incorporación de tecnologías digitales al trabajo rural. “Hoy el WhatsApp es una herramienta básica para comunicarse con productores. Pero la pregunta es más profunda: ¿quién controla la tecnología? ¿A quién beneficia la digitalización del agro?”, plantea Guillermo.

Otros países de la región, como Brasil, están avanzando con modelos mixtos que combinan la asistencia técnica presencial con plataformas digitales. “No se trata de reemplazar el cara a cara, sino de sumar herramientas. Más computadoras, pero también más camionetas”, resume, con una imagen que grafica bien los dilemas actuales.

Mirada regional y desafíos compartidos

En las jornadas participaron extensionistas de países vecinos como Chile, Colombia y Brasil, lo que permitió contrastar realidades y compartir estrategias. “Hay desafíos comunes, como la digitalización, pero también procesos distintos. Lo que está claro es que la extensión pública sigue siendo necesaria, y que no hay recetas mágicas: hay que construir desde cada territorio”, destacó Guillermo.

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