San Juan: impulsan un museo comunitario para preservar la cerámica ancestral

COMPARTIR

En el corazón del noroeste sanjuanino, la comunidad de Bella Vista, una localidad rural de 200 habitantes, ubicada a seis kilómetros de la ciudad de Jáchal, se organiza para rescatar y preservar su herencia cultural, con la creación de un museo comunitario que resguarde las piezas arqueológicas halladas en el sitio arqueológico del Barreal de Pachimoco.


A través de la Unión Vecinal, vecinos y vecinas trabajan en la creación del museo que resguarde las piezas arqueológicas halladas en el Barreal de Pachimoco, un sitio de gran valor histórico y simbólico. Ubicado a tres kilómetros al oeste de Bella Vista, fue habitado por el pueblo Capayán durante más de 1500 años. En 2024, este sitio fue declarado Patrimonio Cultural y Natural de San Juan mediante la Ley 2698, con el objetivo de protegerlo frente a saqueos y actos de vandalismo.

Miguel Aguilera, tesorero de la Unión Vecinal, explicó que el proyecto busca recuperar y resguardar la memoria de la zona: “estamos trabajando con la unión vecinal y algunos vecinos que se han acoplado a esta noble tarea de montar un pequeño museo”, expresó. La iniciativa apunta a conservar las raíces culturales, difundir las costumbres locales y proteger restos arqueológicos vinculados al pueblo originario Capayán, como puntas de flecha, vasijas de arcilla y objetos funerarios. “Lamentablemente con el tiempo desaparecieron muchas cosas, pero hay que mantener la cultura, el conocimiento popular, trabajar y sostener todo lo que se refiere a los pueblos originarios”, sostuvo Aguilera.

El museo funcionará en el edificio de la Unión Vecinal, donde ya se dictan talleres como el de cerámica. Además de conservar la historia, el proyecto busca integrar a Bella Vista en un circuito turístico cultural. “Queremos que este museo no solo sea para la comunidad, sino para toda la provincia y para quienes quieran visitarnos”, señaló Aguilera. Si bien la Universidad Nacional de San Juan ya está trabajando en investigaciones sobre el área, aún no se están recolectando piezas para el museo local: “eso es lo que se viene, es lo urgente”, remarcó.

Compartimos la charla de La Chiva Mensajera con Miguel Aguilera:

Entre quienes acompañan el proceso se encuentra Adriana Martínez, ceramista de raíz precolombina y practicante de arqueología experimental, quien se sumó al proyecto para aportar su conocimiento y fortalecer el trabajo comunitario: “me encantó la idea, desde mi lugar puedo aportar con el estudio de la cerámica y el impulso externo, la idea es trabajar con las mujeres del lugar y fortalecer ese entramado”, contó. Para ella, este tipo de iniciativas representan una posibilidad concreta de recuperar el vínculo entre los pueblos y su historia: “es fundamental no olvidar de dónde venimos, porque las piezas no son sólo objetos: son memoria viva”.

Un camino en la cerámica precolombina

En diálogo con La Chiva Mensajera, Martínez compartió su recorrido, su visión del oficio y las tensiones que atraviesan la relación entre memoria, política y mercado. “Fue un impacto tremendo”, recuerda sobre el momento en que conoció una olla ancestral proveniente de su pueblo natal, Trenque Lauquen, en el Museo de La Plata. Ese encuentro con una pieza reconstruida de los pueblos originarios marcó un antes y un después. “Dije: ‘es por acá mi camino’, fue la posibilidad de aunar lo útil y lo bello”.

Formada inicialmente en arte contemporáneo, su trayectoria cambió al conocer a Carlos Moreira, quien le permitió acceder a piezas arqueológicas para estudiarlas y reproducirlas. “Ese fue mi primer trabajo de arqueología experimental”, rememora. Desde entonces, recorrió museos, colecciones y territorios de América Latina y otras partes del mundo.

En sus viajes advirtió la subvaloración de la cerámica ancestral americana tanto en el ámbito artístico como en el académico. A pesar de los intentos de invisibilización, se sintió cada vez más atraída por ese legado. “Los artistas de la América antigua utilizaron la cerámica como soporte de prácticamente todas sus artes: dibujaron, hicieron esculturas, instrumentos. Hay un nivel de excelencia impresionante”.

Martínez destaca cómo las políticas coloniales atentaron contra los oficios que construían identidad. “La cerámica era uno de los oficios que más identidad daba, entonces fue uno de los más atacados”, señala. Aunque todavía sobreviven prácticas tradicionales en regiones como la selva ecuatoriana o peruana, muchas técnicas fueron reemplazadas por otras foráneas, como el torno alfarero, que “no existió en América”.

Al comparar políticas culturales, fue contundente: “en Europa hay una protección increíble de lo suyo, pero también es inadmisible ver en museos de Alemania o España piezas que son de acá”. En cambio, en América Latina “la lucha por conservar lo propio sigue siendo desde abajo, como acá”.

Con su experiencia y compromiso, Adriana Martínez se convierte en una pieza clave del proyecto que crece en Bella Vista. Un museo comunitario que, además de preservar objetos, busca restaurar el vínculo con la memoria viva de los pueblos originarios.

Compartimos el diálogo con Adriana: